martes, 20 de noviembre de 2012

Station to station


Bien, documentales. Documentales malditos, documentales danzantes y referencias; Nationals Geographics varios, Robert Capa, siestas de domingo, Paraísos Cercanos (RTVE) y su hipnótica sintonía, Eugène Atget, producciones de la BBC vs. reportajes callejeros de Mediaset, clases de Historia del cine. Clases de Historia del cine y cosecha propia; la salida de la fábrica, Nanook of the North (Robert Flaherty, 1922) hasta Orson Welles en F for Fake (1974/5), Agnès Varda y Jacques Demy (Jacquot de Nantes, 1991; L'Univers de Jacques Demy, 1995), la vida dura de hacer las calles del Nueva York hipster con Dallesandro, y Warhol y Morrissey detrás, en Flesh (1968), hamburguesas letales (Super Size Me, Morgan Spurlock, 2004) y obsolescencia programada, Godard y los Rolling Stones con las letanías de los Panteras negras (One Plus One, 1968), cinema verité, nuevo cine alemán, Werner Herzog y sus osos amorosos (Grizzly Man, 2005) y Stroszek (1977) y Ian Curtis suicidándose después, Joy Division y Madchester por Savage y Grant Gee (2007), el Wigan Casino del Northern Soul, David Bowie aka Cracked Actor (Alan Yentob, 1974) y Christiane F. cayendo en la droga por la gloria de su Thin White Duke... Komeda. Krzysztof Komeda en Komeda - A soundtrack for a life (Claudia Buthenhoff-Duffy, 2010), aquí, ahora.

Este último puede que sea el único modelo decente que tengo para considerar seriamente como referencia legítima de documental. Pero también puede que menos seriamente que el que viene a continuación:













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